Muchas
veces las pequeñas cosas de la vida son las que pueden dar más placer a la
existencia, porque el ser sencillo, saber sentir y disfrutar la vida es lo que
hace que podamos sentir los frutos de la vida. Una caricia a tiempo, un beso
sentido con amor, un detalle inesperado, el ser escuchado y aceptado es lo que
hace la diferencia en cada paso del camino y en cambio puede durar y perdurar
una vida. Eso se debe a que en el alma, que es tan sensible permite que podamos
recordar y disfrutar de la vida, las personas, los aromas; porque ellos
trascienden el tiempo y espacio, tan es así que cuando algo o alguien nos hizo
sentir su amor, simplemente con volver a oler o recordar, volvemos a
experimentar ese momento tan grato. Mientras más consciencia tengamos de esto,
podremos dar y disfrutar tantos momentos buenos, que nuestra vida estará llena,
sintiéndonos que todo es una alegre realidad y cuando no podamos sentirnos así,
nuestra memoria, con sus olores, recuerdos y detalles volverá a recordarnos lo
que en realidad es el placer de vivir y existir, alejando la supervivencia que
por algún motivo adquirimos en algún tramo del camino. Y ahora sabiendo que de
nosotros depende el saber sentir, vivir y existir más allá del tiempo y del
espacio, porque aun sin estar, estaremos en aquellas memorias de quienes amamos
y nos aman en una eternidad llamada vida.